Cuando éramos chiquillos los turrones se limitaban al duro y al blando, con pequeñas concesiones al de yema y al de chocolate. Punto pelota, no había más. Ahora el universo turronil abre una inmensidad enorme de propuestas. Entre ellas, el turrón de cacahuete. Tampoco nos flipemos, se trata de una propuesta aún minoritaria – y bastante más asequible – que se cuela de manera discreta en los lineales. Lo hace casi sin hacer ruido, como si supiera que la todopoderosa almendra y otros frutos secos de la casta navideña -léase, los piñones o los pistachos- lo miran de reojo tachándolo de intruso.
Podrían ser peor: podrían llamarle “turrón de legumbre”; que es lo que a fin de cuentas es el sencillo cacahuete, aunque viva rodeado de exquisitos y carísimos frutos secos y tenga más grasita que los garbanzos o las judías. “A mí me encanta el turrón de pistacho de la pastelería Arrese de Bilbao, así que posicionarme en contra de un turrón de cacahuete por el mero hecho de cambiar de fruto seco no tendría lógica”, contesta con razonamiento aplastante nuestra compañera Lakshmi Aguirre.
La desdicha de ser foráneo y alérgeno
A la almendra le pasa lo que a Serrat, que nació en el Mediterráneo y eso da cierta posición predominante cuando se habla de un producto con epicentro en tierras alicantinas y avalado por el sello de Indicación Geográfica Protegida Jijona o Turrón de Alicante. Más humilde, el cacahuete llegó a España desde América en tiempos de Carlos III, lo que, en términos de cocina tradicional, lo convierte en un recién llegado.
Fabián López, creador de Turronesydulces.com y perteneciente a una larga saga de turroneros de Jijona, nos confirma que “el turrón de cacahuete se conoce aquí desde siempre, pero no es lo mismo que el de almendra, que es mediterránea. Por eso en nuestra tradición siempre hemos trabajado más las materias primas de cercanía, como la almendra (Marcona, sobre todo)”. Una vez marcadas las distancias, reconoce que para los jijonencos “todo lo que se salga de los turrones tradicionales no lo solemos considerar turrón, o nos mostramos reacios. ¡Que son siglos de tradición y de conocimiento pasado de padres a hijos!”.
Por si fuera poca cruz, encima el cacahuete es altamente alérgeno. Muchos fabricantes que lo distribuyen bajo su marca externalizan la producción a obradores certificados para no usar las mismas instalaciones con las que fabrican los turrones de almendra. Vamos, algo así como el turrón en el exilio, un proscrito de la Navidad. “Lo paradójico es que a mí me encanta porque me trae muy buenos recuerdos. De niño, cuando terminaba la campaña navideña, mi padre siempre traía de la fábrica turrón de cacahuete duro. Iba sin etiquetar, envasado al vacío tal cual. Recuerdo un sabor muy crujiente, de cacahuete, miel y clara de huevo. Se realizaba siempre a final de campaña, antes de limpiar las máquinas para la siguiente, como aguinaldo para los empleados. Hoy en día no se podría por la normativa sobre los alérgenos”.
Una propuesta más asequible en tiempos de crisis
Claro que, igual que hay alérgicos al cacahuete, los hay a las almendras. Y eso abre una veta de mercado. “Nuestra gama de turrones de cacahuetes está pensada para aquellas personas intolerantes a las almendras que buscan una alternativa igual de atractiva en cuanto a textura y sabor. Además, esta variante suele ser una de las preferidas de los amantes al sabor de cacahuete”, nos explican por mail desde supermercados Lidl. Esta cadena de supermercados tiene hasta cuatro variedades de este turrón: blando, duro, crujiente de chocolate con cacahuetes fritos con miel y blando con cacahuete caramelizado con sal.
Aunque este sea su principal target comercial, el precio también lo posiciona como una alternativa asequible para aquellos bolsillos a los que el de almendras se les hace inasequible. Una propuesta que permite que en muchos hogares se pueda servir turrón por Navidad: su turrón crujiente de chocolate con cacahuetes sale a 1,29 euros la tableta de 250 gramos, mientras que el de almendra supera holgadamente los cuatro euros. Otras cadenas de supermercados de precios bajos, como Dia% o Aldi, también los incorporan en sus catálogos.
De las grandes marcas turroneras, solo las de gama media, como Don Pelayo, Aitana o Doña Jimena, incluyen este producto entre sus propuestas. Las grandes enseñas ni se lo plantean; los que se comercializan como ‘artesanos’, tampoco. De hecho, Andreu, que sí elabora turrones artesanos de almendra con calidad Suprema -la normativa especifica un contenido mínimo de almendra del 60% para el de Alicante y un 64% para el de Jijona-, solo fabrica el de cacahuete en calidad ‘Popular’ (haciendo el símil con el de almendra, con un 30-34% de cacahuete). Estos detalles hacen difícil valorar si estamos ante un producto capaz de alcanzar cotas organolépticas de máxima suculencia o está condenado a vagar por las referencias resultonas, pero más modestas en cuanto a ingredientes y sabor.
De Aragón a Miami
Claro que, si en Jijona lo miran como a ese primo lejano y algo raro, en Miami es como Julio Iglesias, bien que le ponen ojitos. Así lo confirma Ernesto del Río, responsable de marketing y exportación de La Pasión, una empresa repostera zaragozana con una línea de negocio propia de productos navideños. Aquí hay hueco para el maní: “Lo fabricamos, pero casi todo se va para exportación, en especial, a Latinoamérica y Estados Unidos. En Miami tiene mucho mercado, pero es un sabor al que ya están acostumbrados porque les recuerda a la crema de cacahuetes. En España un turrón sin almendra no es turrón”, declara. Por si fuera poco, al paladar español el cacahuete le sigue evocando a los cócteles de frutos secos que nos ponen de aperitivo en un bar, y eso complica la asociación de ideas con villancicos y belenes.
A quienes les cuesta bastante menos es a quienes ya han incluido el cacahuete como una opción proteica vegetal en su dieta y huyen del azúcar como alma que lleva el diablo. Apóstoles de la dieta cetogénica, machacas de gimnasio y vegetarianos golosones engrosan un curioso grupo de consumidores a los que este producto no les parece maní con cosas. Es más, lo buscan. En Body Genius fabrican turrones de cacahuete sin azúcar y enriquecidos con otras proteínas para abrirse también a aquellos que no quieren vivir unas felices fiestas a golpe de pico glucémico. “Nuestro cliente no quiere renunciar al dulce, pero busca alternativas más saludables, sin una alta carga de hidratos de carbono. Y si además le aporta además algo de proteína, mejor que mejor”, declara David Fabré, CEO de Xocolating.
Su turrón de chocolate con leche y cacahuetes lleva edulcorantes acalóricos, soja y nueces y viene de Barcelona. Advierten de que se trata de un producto estacional, que se elabora de una sola vez y en tirada limitada y que una vez pasados los fastos navideños, no queda stock en sus almacenes, ni previsiones de fabricar más por mucho que sus clientes se encaprichen. “Así garantizamos un producto recién hecho y con todo el sabor”, concluye Fabré. A diferencia de otros fabricantes de turrones de almendra, esta compañía fabrica más productos con cacahuetes “porque tiene más proteína que otros frutos secos”. Por esa razón, sus productos ya llevan la declaración de alérgenos en el etiquetado y pueden fabricar su turrón de manises con toda tranquilidad en sus propias fábricas.
Que los tiempos han cambiado no seremos nosotros los que lo neguemos, y que, desde que Papa Noel colonizó estas fechas, la Navidad tiene otros sabores, tampoco. Así que, abramos el paladar a nuevas experiencias, que estas cosas solo pasan una vez en el año, como la Lotería de Navidad, la cena con los cuñados o lo de engullir doce uvas a golpe de campanadas. Como bien resume Lakshmi “¿Se come alrededor de la Navidad? Pues es turrón. Peores sacrilegios se han visto”.