Rusia ha demostrado esta madrugada que todavía tiene misiles de largo alcance para aterrorizar a la población de Ucrania. Pasadas las cuatro de la mañana de este viernes, 23 misiles fueron disparados por bombarderos rusos. Uno de los cohetes impactó en un edificio residencial de nueve plantas en ciudad de Uman, en el centro del país, causando la muerte de al menos 19 personas, incluidos dos niños, y dejando a 18 vecinos heridos, según fuentes del Ministerio del Interior ucranio. A estas víctimas se unen una mujer de 31 años y una niña de dos, fallecidas por el impacto de un proyectil en su vivienda en la ciudad de Dnipró, lo que eleva a 21 el número de víctimas mortales. Se trata del ataque de mayor envergadura desde, al menos, el pasado 9 de marzo, cuando las víctimas se elevaron a 10 en Lviv, Dnipró y Jersón.
El Ejército invasor llevaba tres meses de progresiva disminución de los bombardeos con armamento de largo alcance, por la reducción de su arsenal tras más de un año de guerra. Las Fuerzas Aéreas ucranias incluso aventuraron la semana pasada que Rusia ya estaba prácticamente sin existencias de armas como las que impactaron hoy en suelo ucranio, los misiles Kh-101 y los Kh-555. El jefe de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa, Kirilo Budanov, añadió el lunes que los misiles de largo alcance que conservaba el enemigo, los estaban reservando para detener la contraofensiva que Ucrania prevé lanzar a finales de esta primavera.
“Esta tragedia de Uman confirma que continúa el ataque terrorista de la Federación Rusa contra objetos de infraestructura civil”, ha afirmado pasadas las 13.00 Igor Klimenko, ministro del Interior de Ucrania, a través de un comunicado. “Sabemos y estamos seguros de que debemos seguir luchando y seguir haciendo todo lo posible para que el enemigo se vaya de nuestro país”, ha añadido Klimenko. Según el ministro, en este momento se está avanzando en la identificación de los cadáveres con el apoyo del laboratorio de ADN de la localidad. “Todos los familiares de las personas que vivían en ese edificio pueden proporcionar una muestra para un análisis comparativo”, concluyó.
El Ministerio de Defensa de Rusia, por su parte, confirmó el ataque “de largo alcance”, pero obvió las víctimas civiles del edificio de viviendas de Uman y aseguró que la finalidad del bombardeo masivo era golpear “unidades de reserva del ejército” ucranio. “Todos los objetivos seleccionados han sido alcanzados”, aseguró el Kremlin a través de la agencia de noticias estatal RIA Novosti, citada por Reuters.
El bombardeo de esta madrugada rompió la tónica de las últimas semanas, en las que Rusia había concentrado su poder de fuego en el frente de Donetsk, el más activo del conflicto. Bombarderos rusos en el mar Caspio dispararon 23 misiles, de los cuales 21 fueron derribados, según las Fuerzas Aéreas ucranias. 11 de estos cohetes fueron interceptados en la región de Kiev. El ataque provocó interrupciones en el suministro eléctrico en el distrito de Obolon, en la capital, y también causó daños en una carretera. A 50 kilómetros de Kiev, en el municipio de Ukrainka, los restos de un misil cayeron sobre un edificio de viviendas hiriendo a otro menor.
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El último bombardeo a gran escala que sufrió Kiev fue el pasado 9 de marzo. Los sistemas de defensa ucranios se han reforzado con algunas de las mejores baterías antiaéreas del mundo, como los Patriot estadounidenses o los Iris-T alemanes. Los únicos misiles que es muy difícil interceptar, y que Rusia utiliza en menor medida, son cohetes balísticos como los Kinzhal. Uno de estos misiles de crucero golpeó la capital ucrania en aquel ataque, ejecutado hace apenas siete semanas.
El elevado porcentaje de efectividad en la interceptación de misiles de largo alcance es una mala noticia para Rusia, porque confirma que los sistemas de defensa incorporados a Ucrania desde el extranjero han dado un salto cualitativo. Donde Ucrania sí había demostrado su capacidad para defenderse casi a la perfección es en el abatimiento de drones bomba, sobre todo los shahed de fabricación iraní, que el enemigo dispara periódicamente, aunque estos son utilizados con el principal objetivo de identificar las posiciones de las baterías antiaéreas, según explicó el portavoz de las Fuerzas Aéreas ucranias, Yuri Ignat.
Los aliados internacionales de Ucrania aumentaron las aportaciones para la defensa antiaérea a partir de la campaña de bombardeos masivos iniciada por Rusia el pasado octubre para destruir el sistema energético ucranio. Esta ofensiva duró hasta el mes de enero y triplicó el número de misiles de largo alcance y de precisión que Rusia disparaba lejos del frente respecto al verano de 2022.
Otra razón de Rusia para utilizar masivamente los drones shahed —mucho más económicos y fáciles de producir que un misil de largo alcance— es forzar a Ucrania a gastar la munición de sus baterías antiaéreas. Los documentos secretos del Pentágono que se hicieron públicos este abril alertaban de que Ucrania se estaba quedando sin armamento para su principal sistema de defensa antiaérea, las baterías de origen soviético S-300. Estos informes preveían que al ritmo que consumían los misiles tierra-aire S-300, Ucrania podía quedarse sin existencias en mayo.
En una entrevista del pasado lunes con EL PAÍS, el general ucranio Serguéi Melnik reiteraba que la prioridad es que sus Fuerzas Armadas reciban más sistemas de defensa antiaérea. Melnik también abogaba por la necesidad de atacar en los aeródromos en territorio ruso. La razón de ello, según detalló, es que es la única manera de evitar lo que precisamente ha sucedido esta madrugada: bombarderos rusos Tu-95 despegaron en el mar Caspio y dispararon sus misiles a cientos de kilómetros de Ucrania para volver a su base sin posibilidad de que fueran abatidos.
El ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba ha reiterado que la mejor manera de finalizar con estas agresiones contra la población civil es que sus aliados de la OTAN acepten suministrar aviones de combate F-16, también capacitados para eliminar misiles como los que asesinaron este viernes a una veintena de civiles. Los principales países de la Alianza Atlántica son reacios a aportar estas aeronaves por el temor a que también sean utilizadas para atacar en territorio ruso.
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