El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha visitado por primera vez Kiev este jueves en uno de los gestos más simbólicos del apoyo occidental a Ucrania desde el inicio de la invasión rusa. El viaje, preparado con secretismo y bajo fuertes medidas de seguridad, supone un espaldarazo a las esperanzas del país agredido de que su entrada en la Alianza Atlántica —o, en su defecto, el diseño de un traje a la medida para acercarla a la OTAN— no sea rechazada. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, se ha reunido con Stoltenberg y le ha reclamado que acelere el camino de Ucrania hacia la membresía.
Zelenski ha rematado sus reclamaciones en una rueda de prensa conjunta en la que ha pedido más armas para hacer frente a la agresión del Kremlin: “No hay una sola barrera objetiva para [no tomar] la decisión política” de sumar a Kiev a la organización. Stoltenberg, por su parte, ha respondido: “El lugar que le corresponde a Ucrania está dentro de la familia euroatlántica; el lugar que le corresponde es la OTAN. Con el tiempo, nuestro apoyo ayudará a hacer eso posible”.
Los plazos, pese a todo, son inciertos. “Espero que en la cumbre de Vilnius [el próximo julio], en presencia del presidente Zelenski, los aliados de la OTAN acuerden reforzar la ayuda a Ucrania con más apoyo. Y, por supuesto, sé que el presidente Zelenski aludirá al asunto de la membresía y de las garantías de seguridad, y eso estará en la agenda del encuentro”, ha señalado, sin más detalles, el líder de la OTAN.
El secretario general de la Alianza Atlántica era el último de los principales representantes de la coalición internacional que da apoyo a Ucrania que no había viajado a Kiev. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también se desplazó por sorpresa a la capital ucrania el pasado febrero. Los principales representantes de la Unión Europea y del Reino Unido han visitado en varias ocasiones el país, ya desde abril de 2022, poco después de que las tropas rusas se retiraran de su intento por tomar Kiev.
La visita de Stoltenberg se produce en un momento en el que los aliados de la OTAN analizan cuál será el modelo de relaciones con Kiev y cómo ofrecer garantías de seguridad al país, que, al no ser miembro de la organización, no está cubierto por su paraguas de defensa. Los países bálticos y Polonia, que llevaban meses presionando para que el secretario general de la Alianza viajase a Ucrania, se están movilizando para tratar de lograr un acceso relativamente rápido, pero la mayoría de los países no ven factible su ingreso.
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Muchos países temen la reacción de Rusia. El Kremlin, que considera la expansión de la OTAN hacia sus fronteras como un ataque a su seguridad, emplea la excusa de la ampliación hacia el este como uno de sus argumentos para justificar la guerra a gran escala. Pero, además, hay también socios que consideran que Ucrania aún no está preparada para dar ese paso.
Una cumbre clave en Lituania
Stoltenberg ha invitado a Zelenski a la cumbre de la OTAN de julio, que se celebra en Lituania, una cita clave en la que se debatirá en buena medida sobre Ucrania. También ha ofrecido a Kiev una iniciativa de apoyo a varios años para que el país haga la transición de las doctrinas y equipación de la era soviética hacia los estándares de la OTAN. La idea, ha dicho Stoltenberg, es “garantizar la interoperabilidad total con la Alianza”.
Ucrania recibió la carta de invitación para unirse a la OTAN en 2008, en la cumbre de Bucarest, pero desde entonces el asunto ha permanecido congelado por la división que generaba, debido principalmente a la amenaza del Kremlin, que considera a Kiev parte de su esfera de influencia.
El apoyo popular en Ucrania a la adhesión a la OTAN ha ido creciendo desde la guerra en la región de Donbás, iniciada en 2014 tras la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia y el aumento de la presencia de movimientos separatistas en ese territorio, en el este del país, apoyados por Moscú. El grupo de análisis demoscópico Rating aseguraba en 2015 que un 44% de los ucranios era partidario de sumarse a la Alianza Atlántica; el pasado enero, Rating establecía el apoyo ucranio a la OTAN en el 86%.
El Gobierno de Kiev considera que pertenecer a esta coalición militar es la única manera de disuadir a Rusia de que intente desintegrar el Estado. De hecho, muchos ciudadanos creen que el país ya se ha ganado de sobra la membresía. El embajador ucranio en el Reino Unido, Vadim Pristaiko, provocó la semana pasada una polémica al afirmar en una entrevista con la revista Newsweek que en verdad, por la fuerza que están demostrando las Fuerzas Armadas ucranias, es la OTAN la que debería “suplicar” a Ucrania que forme parte de ella.
Zelenski y Stoltenberg han comparecido ante los medios de comunicación con las banderas de Ucrania y de la OTAN ondeando juntas. El secretario general de la organización ha paseado por las inmediaciones del Ministerio de Exteriores, donde el Gobierno ucranio exhibe blindados rusos destruidos durante el asedio de Kiev del pasado marzo. En su reunión de trabajo, Zelenski ha resaltado la importancia de la reunión del Grupo de Contacto de Ramstein (Alemania), que se celebrará este viernes. Ese foro, formado por los ministerios de Defensa de los aliados occidentales de Ucrania, debe decidir en esta cumbre nuevas aportaciones en ayuda militar para defender el país. Stoltenberg ha señalado en Kiev que, hasta febrero, los miembros de la OTAN habían aportado a Ucrania 150.000 millones de euros en ayuda, incluidos 60.000 millones en material militar.
Zelenski ha pedido que Stoltenberg presione a los miembros de la OTAN para que accedan a entregar armamento más moderno y letal, en especial, aviones de combate y misiles de largo alcance. Hasta ahora, las principales potencias de la Alianza Atlántica se han mostrado reticentes a esos suministros, como ha admitido Zelenski, porque tanto Estados Unidos como Alemania y Francia temen que estas armas sean utilizadas para atacar en suelo ruso y provocar así una escalada del conflicto. Washington sí aprobó el pasado febrero el suministro de los cohetes GLSDB, misiles de precisión con un alcance de 150 kilómetros, pero con una capacidad de destrucción limitada.
Expertos consultados por EL PAÍS destacan que el fuego de largo alcance y la superioridad aérea serían determinantes para el éxito de la próxima contraofensiva ucrania. Este ataque, que se prevé para finales de primavera, será más difícil de afrontar que las contraofensivas de 2022, ya que Rusia lleva meses levantando líneas fortificadas en los territorios ocupados.
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