Hace 122 millones de años, en las zonas costeras de un archipiélago de clima tropical formado por pequeñas islas conectadas por estuarios y marismas, en la actual provincia de Castellón, se daba una diversidad animal inaudita. A una rica fauna de peces, anfibios, cocodrilos y tortugas, se les unían, que se tenga constancia, otros cuatro grupos distintos de dinosaurios (saurópodos, terópodos, ornitópodos y tireóforos). Unos reptiles que dominaron el ecosistema durante millones de años en el Cretácico temprano y cuyos descendientes acabaron en la península Ibérica, África y Asia, donde se diversificaron en otras subespecies. Ahora, el descubrimiento de un hueso de mandíbula y un diente, junto a cinco vértebras, que se publica hoy en ’Scientific Reports’ de la revista científica Nature, añade un nuevo familiar al árbol de la historia de estos animales: el Protathlitis cinctorrensis.
Esta especie inédita ha sido apodada por los científicos con ese nombre por el griego “campeón” (Protathlitis) y por Cinctorres, la localidad castellonense en la que se descubrió. Este espinosaurio adulto carnívoro de unos 11 metros de largo, con un morro alargado y una cola robusta, recibe el sobrenombre de “campeón” por el título europeo conseguido en 2021 por el Villarreal CF, el equipo de fútbol de la provincia (conocido como el “submarino amarillo” por el color de su equipamiento). Para incidir en este motivo de orgullo local para los científicos, la presentación del hallazgo se hará en el campo del Villarreal, el Estadio de la Cerámica.
Por la morfología de la reconstrucción, los científicos emparentan a este dinosaurio de hace unos 127 millones de años con otro predador europeo de gran tamaño, el Baryonyx walkeri. Ya en el año 2019 se había descrito en la zona al Vallibonavenatrix cani, un dinosaurio de esta familia descubierto en el mismo sistema montañoso de la península Ibérica.
Es la instantánea prehistórica aproximada que se obtiene de las ocho campañas paleontológicas que se han llevado a cabo a lo largo de 20 años en el yacimiento ANA, en Cinctorres. Los restos de vertebrados de la formación Arcillas de Morella son una auténtica cantera de dinosaurios, como lo avala el “cerca del millar de fósiles encontrados en ANA, de huesos pequeños o hasta un fémur de más de un metro de un saurópodo”, detalla orgulloso el paleontólogo Andrés Santos-Cubedo, autor principal del hallazgo y científico de la Universitat Jaume I de Castellón (UJI).
En su investigación, los científicos apuntan a que esta nueva especie apareció primero en Laurasia, la gran extensión de tierra en el hemisferio norte que agrupó hace millones de años a lo que hoy en día se conoce como Norteamérica y Eurasia, y posteriormente emigró a las actuales África y Asia, donde sí se han catalogado espinosaurios más jóvenes. “Está en discusión qué pasó, por qué se encuentran dinosaurios de esta familia en Asia y en África”, precisa Santos-Cubedo. Y matiza: “Pensamos que el grupo se creó aquí, en Europa, y luego migraron y se diversificaron a partir de estas especies que conocemos”.
El hallazgo de un diente curvado y con sierra indica, según la publicación, que estos depredadores comían principalmente carne. Aunque también “les permitía ingerir peces” de los bajíos costeros, sugiere el investigador. A su vez, la disposición del maxilar les otorgaba un mínimo de 16 dientes en su cavidad bucal. Santos-Cubedo explica que el motivo por el que es común encontrar numerosos dientes de dinosaurios en las excavaciones se debe a que los iban mudando constantemente, como los tiburones. Una batería dental extra, al producirse un desgaste muy pronunciado, que sustituía a la anterior: “Detrás del diente funcional, crecía otro, en fila, por lo que en vida estos cambiaban varias veces”, precisa el paleontólogo. La capacidad de sustituir sus dientes se debía a que su alimentación carnívora dañaba las coronas dentales, llegando incluso a romperse.
Estos fósiles indican que el “campeón” Protathlitis y el Vallibonavenatrix cani “podían haber convivido perfectamente juntos”, porque se han encontrado sus fósiles en la misma zona y formación geológica. Para el paleontólogo, “eso es normal, ocurre en otros yacimientos del mundo donde se encuentra más de un dinosaurio”. Las muestras halladas, en todo caso, estaban separadas por yacimientos a algunos kilómetros de distancia, en localidades diferentes, explica Santos-Cubedo, líder del Grup Guix de Vila-real, una asociación que defiende el patrimonio geológico y paleontológico de Castellón.
Una de las ventajas de la zona, que explica su riqueza en muestras de dinosaurios bien conservadas, se debe a la “rápida fosilización de los restos óseos en los humedales”, describe Ángela Delgado Buscalioni, de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ocurría muy rápidamente cuando el vertebrado quedaba sepultado bajo la arena por la marea baja. Al morir los dinosaurios, sus esqueletos se hundían en las zonas empantanadas hasta el fondo y yacían sin contacto con la superficie. De ahí que las muestras estuvieran protegidas de la degradación del frío, la lluvia o el sol, y ahora, cuenta la paleontóloga, se excaven unos huesos casi sin erosión “compactos en la arenisca arcillosa”.
La investigadora, experta en la biología de los vertebrados y ajena al estudio, celebra la publicación porque aporta información interesante acerca de las “lagunas en el conocimiento científico sobre la variabilidad entre especies” de dinosaurios. Delgado cree posible que “en una revisión posterior se pueda dar la sinonimia, el agrupar especies como la del nuevo descubrimiento”, debido a las características comunes con otros espinosaurios. Pero para ella “no deja de ser interesante” el hallazgo, ya que “así es como avanza el conocimiento científico”, aunque finalmente se opte por agrupar estos dinosaurios bajo un mismo nombre.
Para el también paleontólogo José Miguel Gasulla, del Grupo de Biología Evolutiva de la Universidad de Educación a Distancia (UNED), la península Ibérica tiene “gran trascendencia a nivel internacional” en el estudio de fósiles de dinosaurio y su interés “ha aumentado exponencialmente” en las últimas décadas. El científico, con amplia experiencia en las excavaciones de la comarca castellonense de Els Ports, cuenta que ya desde hace dos siglos se conocía la existencia de dinosaurios en ese emplazamiento.
Gasulla explica que durante la “formación de la cordillera montañosa ibérica, precisamente entre los periodos Jurásico y Cretácico, se fueron depositando sedimentos de esa época”. Por eso en Burgos, La Rioja, Soria o Cuenca también se pueden ver huellas de dinosaurios y grandes yacimientos paleontológicos. Una posición ahora privilegiada para el estudio paleontológico en España, ahonda Gasulla, y para quien el nuevo trabajo “mueve la investigación adelante” desde el punto de vista científico.
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