Los reclamos de injerencismo estadounidense han vuelto a la conferencia mañanera de Andrés Manuel López Obrador. El presidente de México acusó este miércoles una “campaña” de espionaje orquestada desde Washington contra la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), presentó una carta de extrañamiento por el financiamiento del Departamento de Estado a “opositores” y reveló que negó el permiso para que las Fuerzas Armadas derribaran un “globo espía” que pasó por el espacio aéreo mexicano. También se dio tiempo para halagar al presidente Joe Biden y asegurar que la relación bilateral goza de buena salud. Todo, un día después de recibir a la asesora de la Casa Blanca en Seguridad Nacional, Elizabeth Sherwood-Randall, para hablar de fentanilo y migración. “Espero que se haga una revisión de esa política injerencista porque es ofensiva, es arrogante, es actuar como si se fuese dueño de todo el continente americano”, reprochó el mandatario.
López Obrador abrió la sesión de preguntas y respuestas de su conferencia de prensa diciendo que “la relación con el presidente Biden es muy buena” y se refirió a su homólogo de Estados Unidos como “una persona respetuosa de nuestra soberanía” y un “amigo de México”. Después, siguió con un largo comentario en clave histórica para argumentar que la Doctrina Monroe ―”América para los americanos”― sigue siendo el faro de la política exterior estadounidense y el origen de las fricciones con su Gobierno. “La Marina y la Armada estadounidenses invadían países, crearon países, Estados asociados, enclaves, ponían y quitaban presidentes, y esa vieja política lamentablemente la sostienen”, afirmó el presidente. “Todavía hay remanentes, polvos de aquellos lodos”, agregó antes de volcarse en elogios hacia Cuba, que ha resistido “un bloqueo inhumano, infame, que viola el derecho internacional”.
“Esté quien esté de los partidos en el Gobierno, hay ciertas políticas que se aplican de tiempo atrás que son muy injerencistas, esto no es nuevo”, sostuvo el mandatario. Después habló del “discurso antimexicano y antimigrante” de Donald Trump, pero reconoció que “cambió” y que ambos países pudieron llegar acuerdos, incluso dando marcha atrás a la propuesta de nombrar a los carteles de la droga como grupos terroristas, una propuesta que ha revivido entre los círculos conservadores más recalcitrantes con miras a las elecciones presidenciales que se celebrarán en ambos lados de la frontera el próximo año. Agradeció al expresidente por abstenerse de hablar del muro, de reconocer las contribuciones de los mexicanos en la economía de Estados Unidos y de reducir las injerencias pese a hechos como la captura fallida de Ovidio Guzmán en 2019 (el Culiacanazo) y la masacre de la familia LeBaron. “Nosotros tenemos que cuidar nuestra soberanía, no podemos permitir que entre nadie”, señaló.
De vuelta al presente, el presidente volvió a halagar a Biden y exclamó con extrañeza: “Ahora resulta que es cuando más estamos sintiendo injerencia, no del presidente”, matizó el mandatario, “el Gobierno de Estados Unidos tiene muchas agencias y muchas de estas agencias, lo digo de manera respetuosa, no actúan con rectitud, no respetan, actúan con mucha prepotencia”. Esa es la base de la que parte López Obrador para enfrascarse en pleitos con el Pentágono, al sugerir que está detrás del mayor ciberataque que han sufrido las Fuerzas Armadas de México; con el Departamento de Estado, que ha criticado sus relaciones con organizaciones civiles y la prensa, y contra las labores de inteligencia de la DEA contra los carteles mexicanos. “Nada qué ver con la actitud del presidente Biden”, atisbó.
“Hackearon a la Secretaría de la Defensa”, afirmó, aunque no presentó pruebas. “El Congreso de Estados Unidos debería abrir una investigación sobre esto porque hacer este espionaje no ayuda en las relaciones”, agregó. En el camino habló de una “campaña exagerada” contra México por no permitir que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos derribaran un globo espía. “Querían sobrevolar nuestro espacio aéreo con aviones y drones de alto nivel tecnológico-militar porque habían detectado un globo, que venía de Hawái y que iba a pasar por México, y aseguraban que era un globo de Asia”, comentó, sin decir de qué país se trataba (”No quiero meterme en estos asuntos”). “La respuesta fue no”, afirmó.
López Obrador dijo que pidió a las autoridades estadounidenses que enviaran la información para que México tomara acciones. “Se llevó a cabo una operación con aviones y drones, se informó de que era un globo que estaba a una altura de 35.000 pies”, reseñó el mandatario. “Iba entrar antier a las tres de la mañana por Manzanillo y salir por Tamaulipas”, detalló. “Y pues pasó, pero nosotros no detectamos nada ni ellos nos informaron de que lo hayan visto”, dijo con ligereza. Tras el relato, el presidente admitió que no sabía qué había pasado con el objeto volador.
Tras el Pentágono, siguió el turno del Departamento de Estado. López Obrador presentó una carta de extrañamiento que enviará a Biden después de que los medios locales reportaran que la cooperación estadounidense (USAID) iba a aumentar el financiamiento a organizaciones civiles en México. El presidente escribió que USAID “se ha dedicado a financiar a organizaciones abiertamente opositoras al Gobierno legal y legítimo que represento”. El mandatario retomó el tono que marcó la conferencia de este martes: “Es a todas luces un acto intervencionista, contrario al derecho internacional y al respeto que debe prevalecer entre Estados libres y soberanos”.
La carta también refleja los claroscuros de la relación bilateral. “Con mucho gusto hemos recibido a la señora Elizabeth Sherwood-Randall, a quien vamos a recibir con la actitud de siempre; es decir, de cooperación y amistad”, se lee al inicio del documento fechado el martes. Apenas unas horas antes ambos Gobiernos emitieron un extenso comunicado conjunto sobre un nuevo entendimiento en migración. Estados Unidos se comprometió a dar visas humanitarias para 300.000 ciudadanos de Haití, Venezuela y Nicaragua, así como 100.000 permisos similares a personas de Guatemala, Honduras y El Salvador. A cambio, México se comprometió a seguir recibiendo a quienes fueran rechazados en la frontera, donde el fin de las medidas de excepción por la pandemia (el título 42) revive los miedos de que se forme un inmenso cuello de botella. Esta misma semana, las autoridades mexicanas dieron a conocer que hubo más de 70.000 detenciones de inmigrantes entre enero y febrero, casi un 50% más que el mismo periodo el año pasado. López Obrador no ahondó en los temas clave en esa reunión. No habló tampoco de la decisión de Biden de enviar militares para resguardar la frontera.
“Le dije en privado, en corto, que para no molestar al presidente Biden, no iba a enviar una carta que tenía ya elaborada”, comentó sobre su conversación con Sherwood-Randall, a quien calificó como “muy amable” y “una extraordinaria diplomática”. “Le dije que me daba pena, porque ha sido muy bueno con nosotros”, agregó el presidente. Al final, dijo que se lo pensó y se la envió, y después la proyectó en su conferencia. “La verdad, siento que es muy prepotente, muy ofensivo y no me puedo quedar callado”, zanjó.
Al final de la carta de cuatro párrafos, López Obrador relaja el tono con Biden. “Estoy seguro de que usted desconoce este asunto y por ello le pido su valiosa intervención”, escribió el mandatario. Bajo la lógica del presidente, el Departamento de Estado, el Pentágono y la DEA tienen tanto poder y margen de acción que no consultan a su homólogo estadounidense en asuntos delicados con México. Y eso, insiste, le permite tratar en carriles separados su relación con Biden y con las agencias de su Gobierno.
Se antoja muy difícil, sin embargo, que todas esas agencias e instituciones, que dependen del Ejecutivo de Biden, actúen a espaldas del mandatario. En el cálculo del presidente, merece la pena estirar la liga con Washington porque “los conservadores son unos traidores a la patria, que no les importa que un Gobierno extranjero tome decisiones que nos corresponden exclusivamente a los mexicanos”. Biden, por su parte, no ha mostrado ningún interés en responder públicamente. La semana pasada anunció que se iba a postular para la reelección, en lo que se divisa como un nuevo choque en las urnas con Trump.
En medio de filias y fobias, el presidente se tomó más de 45 minutos para explicar su versión de las fricciones que ha tenido con Estados Unidos: su lectura de la historia y la geopolítica, la desconfianza que prevalece en áreas clave de la relación bilateral, los desencuentros en el intercambio de inteligencia, la decisión de hacer pública su correspondencia con Biden y su fe en que saldrá fortalecido en el proceso. “La verdad, no nos perjudica, nos ayuda políticamente”, aseguró. “Es eso, nada más”, concluyó. Un globo espía, una carta de extrañamiento y la bandera del viejo fantasma del intervencionismo son los últimos objetos de la discordia entre los Gobiernos de ambos países.
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