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Uno de los primeros síntomas es fiebre muy alta que puede subir hasta los 40 grados. Y un dolor insoportable de cabeza, detrás de los ojos, en los músculos. Una molestia horrenda en las articulaciones acompañada de náuseas que no te deja dar ni un pasito, ni levantarte de la cama. Así describen los pacientes de dengue la enfermedad. Pero esa es la versión más leve. “Porque si el virus ataca al sistema circulatorio y produce shock y hemorragia interna, puede provocar la muerte en horas. “El dengue actúa muy rápido”, afirma Luis del Carpio, internista y virólogo veracruzano experto en esta dolencia causada por la picadura de mosquitos infectados. Una zoonosis de origen tropical que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta hasta a 400 millones de personas anualmente y cuya frecuencia ha crecido en las últimas décadas hasta convertirse en la enfermedad viral transmitida por insectos de propagación más rápida en todo el planeta.
Se trata de un arbovirus que en la década de los 70 solo se localizaba en nueve países y que ya es endémico en 128. “Es responsable de una epidemia crónica de la que nadie habla lo suficiente, que cada año va incrementando y al que solo se presta atención cuando causa una alarma internacional”, dice el experto, refiriéndose al brote que está afectando actualmente en Bolivia, el peor en la última década.
La situación epidemiológica de esta región no es una excepción; la incidencia del dengue en América Latina no ha dejado de crecer, reportando más de 2,8 millones de casos en 2022, cuando Brasil registró el mayor número de muertes por la infección. Y México, que actualmente reporta casos en 28 de sus 32 estados, ha sido en la última década escenario de hasta una de cada cinco fallecimientos del continente. “Lo peor es que la tasa de gravedad de la enfermedad también ha ido en aumento”, advierte el virólogo sobre esta zoonosis que utiliza como vector a las hembras de mosquito del género Aedes aegypti.
Aunque el Gobierno mexicano lleva años trabajando para frenar al virus, ninguna estrategia ha resultado eficiente para darle jaque mate a uno de sus más graves problemas de salud pública. Un desafío que ha motivado la creación de una herramienta para ayudar a identificar brotes y priorizar los esfuerzos de control del patógeno. Se trata de un mapa realizado por investigadores del Instituto de Salud Global de Rutgers que focaliza los puntos calientes con más incidencia de la enfermedad y que, con la colaboración de la Universidad Autónoma de Nuevo León y la del Norte de Texas, ha permitido calcular los factores de riesgo ambientales y socioeconómicos vinculados al desarrollo de la infección.
“Para identificar los puntos críticos de fiebre donde ocurren los brotes más severos de dengue utilizamos datos de la Secretaría de Salud de México”, explica Ubydul Haque, responsable de la herramienta basada en un análisis de más de 70.000 muestras de laboratorio de 2.469 municipios mexicanos recolectadas entre 2012 y 2020, y que incluyeron la clasificación de los serotipos que constituyen el abanico de transmisibilidad y peligrosidad del virus: DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4. Cada uno agrupa distintas variantes genéticas, el más letal es el DENV-2. “Y el más prevalente en todo el país”, explica el autor del mapa, cuyo propósito es “ayudar a los funcionarios de salud a identificar actividades para frenarlo y mejorar la vigilancia. Al conocer dónde ocurre con frecuencia el dengue grave, podemos reducir significativamente la cantidad de casos”.
Desde hace muchos años, se conocía la relación directa entre el número de afectados por dengue, el estado socioeconómico y el clima. Pero, hasta ahora no se habían estudiado los factores que contribuyen a la gravedad de esta infección tropical para la que no existe ningún tratamiento específico y que puede acabar de forma fácil y drástica con la vida. Para profundizar en el impacto que tienen ciertos condicionantes, el equipo que lidera Haque superpuso los datos clínicos con estadísticas climáticas y socioeconómicas localizadas, como alfabetización, acceso a servicios de salud, electricidad y saneamiento. “El nivel socioeconómico es uno de los factores de riesgo para la gravedad de la infección en México. Y algunos municipios de nuestro mapa no tienen mayor cobertura de agua corriente”, señala el científico, advirtiendo de un problema que se reproduce en muchos hogares mexicanos: el almacenamiento de agua potable en recipientes sirve de criaderos para los mosquitos, poniendo en un mayor riesgo a quienes deben recurrir a estas costumbres.
La mala calidad de la vivienda es otro de los factores agravantes de la enfermedad. “En los municipios con más construcciones de baja calidad hay más probabilidades de que las tasas de infección sean más altas”, puntualiza el epidemiólogo que, a partir de los datos analizados creó mapas de calor con la distribución y gravedad del virus del dengue.
Los puntos calientes de su herramienta se dibujan en las regiones costeras húmedas a menor altitud: todos los serotipos de DENV —también el que produce el dengue grave—coinciden con municipios del noreste, centro oeste y sudeste de México. Los parámetros climáticos predominantes en esta última región posicionan a varios de sus estados con mayor riesgo de presentar los casos de la enfermedad grave, como es el caso de Oaxaca. “Estos resultados pueden guiar políticas que ayuden a asignar recursos de salud pública a los municipios más vulnerables”, señala Haque.
El cambio climático: un precipitador del dengue
Según apuntan distintas investigaciones, el incremento en el número de casos de la zoonosis se ha atribuido a la diversificación genética de los serotipos de DENV y la aparición de nuevos genotipos en América Latina. “México, especialmente el sureste, se caracteriza por grandes extensiones territoriales selváticas y boscosas que aseguran una gran biodiversidad, entre la que se incluyen muchas especies vectoriales de importancia epidemiológica”, apunta Del Carpio, tras años dedicado a seguirle el rastro a las distintas especies del mosquito Aedes aegypti, vector de dengue, el Zika y la Chikungunya.
Las preocupaciones del virólogo alrededor del patógeno se centran en dos aspectos que se entrelazan: que sean más los vectores que los típicamente conocidos los que demuestran competencia, capacidad y potencial para expandir el virus y el nuevo comportamiento de los transmisores que los epidemiólogos están observando. “Teóricamente estos vectores no proliferan a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Pero en México sí lo están logrando”, señala Del Carpio, acostumbrado a recibir a muchos pacientes con dengue en su consulta de Veracruz, uno de los estados con más afectados. “Se están dando casos en Toluca o Puebla, regiones donde se está aclimatando la enfermedad tropical”, expone el especialista. “Debido al cambio climático, los mosquitos Aedes ya pueden sobrevivir a más altura en México. Por otro lado, las lluvias extremas, las que no son estacionales, los cambios de temperatura y humedad son parámetros climáticos importantes que tienen una influencia muy fuerte en la supervivencia y proliferación de estos agentes”.
El consenso científico pronostica para la próxima década un aumento del impacto del virus en México derivado del calentamiento global. “Algunos expertos ya han advertido que muy pronto 20 millones de personas en la capital estarán expuestas a brotes de dengue causados por los mosquitos Aedes que sobrevivan en altitudes más altas”, expone el investigador estadounidense, para quien la forma más eficaz para frenar la propagación de la enfermedad en la actualidad pasa por el control de vectores.
La fumigación con insecticidas para acabar con los mosquitos transmisores es uno de los medios más efectivos para lograrlo. Precisamente la nebulización, a través de drones que surcan los cielos sobre los territorios con más incidencia, es el método que está utilizando Bolivia para detener la transmisión del dengue, propagado por el desborde de ríos a causa de intensas lluvias que registró el país.
Entre los distintos programas de las autoridades sanitarias también se han llevado a cabo esfuerzos por desarrollar vacunas específicas contra el DENV, como la aprobada en Europa hace unos años. “Pero todavía no contamos una inyección realmente eficaz”, destaca el virólogo mexicano.
Otro de los métodos de control por el que apuesta México, y que ya se ha implementado en Brasil, Cuba y Argentina, es la tecnología del insecto estéril. Conocida como el SIT, a través de esta técnica se liberan machos incapaces de reproducirse por haber sido sometidos a dosis de radiación para que cuando se apareen con las hembras silvestres no produzcan descendencia. Desarrollado por primera vez en los Estados Unidos, este procedimiento ha resultado muy exitoso en el control de algunas plagas causadas por otros insectos, como las moscas de la fruta, la tsé-tsé o la polilla de cactus.
“En algunos estados como Chiapas se han intentado llevar a cabo programas pilotos de la técnica, pero los resultados, de momento, no son determinantes”, detalla Del Carpio, quien muestra una gran preocupación por la llegada de nuevos serotipos del virus a poblaciones vulnerables. “El riesgo de epidemias de dengue hemorrágico, el peor, está aumentando y necesitamos una vigilancia más exhaustiva”.
En este contexto, el mapa diseñado por el equipo de Haque y los resultados de su estudio suponen un atisbo de esperanza para tener un mayor control de la infección y guiar políticas que ayuden a asignar recursos de salud pública a los municipios más golpeados por esta enfermedad tropical que ha ido apareciendo y desapareciendo en el último medio siglo.
En 1963, México fue declarado libre del mosquito Aedes aegypti, el principal transmisor de la infección. Pero el vector consiguió reintroducirse dos años más tarde por su frontera norte, y un poco después, a finales de los 60, lo hizo a través del sur del país, expandiéndose en una década a lo largo de la mayor parte del territorio.
Desde entonces, el agente infeccioso, un problema de salud pública que comparten la mayoría de regiones de América Latina, no se ha conseguido erradicar. “Se trata de una epidemia que nunca acaba, con la que las poblaciones más vulnerables, las que menos recursos tienen, se han acostumbrado a vivir”, sentencia Del Carpio. “Y el resto, quienes no lo padecen, lo han normalizado porque representa una enfermedad que les queda muy lejos, desestimando que el dengue es una de las enfermedades más preocupantes de nuestra región, una olvidada”.