Una mirada a la Helen Escobedo menos canónica

La artista Helen Escobedo ya era una de las escultoras mexicanas más destacadas del país cuando su obra dio un giro. “Para 1968 ya había eliminado las esculturas por completo”, anotó la artista. En cambio, había empezado a crear lo que ella llamó “ambientes totales”, obras que podían ser transitadas. Las curadoras Lucía Sanromán y Paloma Gómez han tomado ese concepto para titular la exposición que se inaugura este viernes en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, Helen Escobedo: ambientes totales. La revisión de su obra les ha permitido mostrar a la artista como pionera de la instalación en el país.

La exposición de la capital del Nuevo León introduce desde el principio al visitante en uno de esos “ambientes totales” que describió Escobedo a partir de 1971, un pasillo construido con marcos blancos sucesivos. Se trata de una revisión, la tercera que se hace en el país, de la artista nacida en Ciudad de México en 1934, que también fue gestora cultural y dirigió el Museo Nacional de Arte y el Museo de Arte Moderno a principios de los ochenta. Al final del pasillo, el visitante se encuentra con un espejo que le devuelve el reflejo y lo mete dentro de la obra. Corredor blanco, de 1969, es la primera instalación transitable realizada por Escobedo.

“La obra solo se completa en relación a los usuarios, es decir, a las personas que la habitamos”, explica Sanromán. La curadora, que dirige el Laboratorio Arte Alameda en Ciudad de México, apunta que ahora estas definiciones “son muy comunes”: “Pero estamos hablando de una pieza de 1969″. Hasta entonces, Escobedo, que había estudiado en el Royal College of Art en Londres, hacía esculturas figurativas y su trabajo se enmarcaba dentro del modernismo. “Cuando nos unimos a colaborar en esta exposición, empezamos a notar a una artista que no cabía del todo dentro de estos esquemas”, explica Sanromán.

El giro llegó con Corredor blanco y tuvo su exponente más popular en el Espacio Escultórico de la Universidad Nacional Autónoma de México, una década después. Escobedo fue la única mujer entre los artistas que crearon el emblemático complejo de arte público –Federico Silva, Manuel Felguérez, Matías Goeritz, Hersúa y Sebastián– en el sur de Ciudad de México.

La muestra inaugurada en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey es, justamente, parte de un programa con el que la institución busca “dar visibilidad a una serie de creadoras mujeres que marcaron pautas en la concepción del arte contemporáneo”, explica Taiyana Pimentel, directora del museo. “Helen fue una pionera en el posicionamiento de la mujer en el arte. Lo hizo desde el poder y no la consideraría una feminista en términos políticos. Sin embargo, fue una mujer que se puso al tú por tú con todos los creadores de su momento”, afirma.

La obra de Escobedo se volvió cada vez más política y así se ve en la muestra. A finales de los ochenta, la artista había abandonado definitivamente sus preocupaciones por la geometría y la escultura pública. Y había, en cambio, empezado a crear instalaciones temporales que construía con materiales baratos, reutilizados, al alcance de la mano. Moda papalotera es la instalación que realizó en 2000 y en 2010 y que configura una pasarela suspendida en el aire hecha de PVC negro. Para las curadoras, “lanza un comentario divertido e irónico sobre lo pasajero, efímero, exagerado, teatral y absurdo de la moda, la industria y la sociedad que la consume”.

Escobedo dejó instrucciones a sus asistentes, las artistas María Amelia Benavides y María Rosa Irela Vázquez, para el montaje de Moda papalotera cuando ella muriera. Para reconstruir La muerte de la ciudad, otra de las grandes instalaciones de la muestra, no había instrucciones, pero sí notas, fotografías y planos. Las curadoras también midieron el espacio donde se montó en 1990 la obra –el Centro Libanés de Ciudad de México– para reproducir las dimensiones y características de la sala original. El resultado, en escala 1:1, es un camino rodeado de cascajo, escobas y bolsas de basura que incomoda porque es angosto y podría oler mal, aunque no lo hace.

'Corredor blanco', de 1969, en la exposición 'Helen Escobedo: ambientes totales'.
‘Corredor blanco’, de 1969, en la exposición ‘Helen Escobedo: ambientes totales’.Cortesía (MARCO)

“Helen empieza una práctica cada vez más comprometida. En vez de enunciarnos algo, opta por hacernos sentir como es vivir en una ciudad que ya no es amena porque la llenamos de basura”, cuenta Paloma Gómez, asistente de curaduría de la exposición. Cada una de las instalaciones en la muestra están acompañadas por dibujos, collages y maquetas. En este caso, por ejemplo, se exponen dibujos en los que Escobedo imaginó una ciudad del futuro, diseñada por artistas, limpia. “Helen tenía una especial preocupación por la urbanización”, agrega Gómez.

Quizás la obra más impactante de la exposición llega al final. Un pasillo oscuro conduce a Los mojados, que muestra 13 figuras humanas construidas en tamaño real con alambres y cubiertas con impermeables. Son presencias fantasmagóricas movidas por ventiladores ordinarios e iluminados por reflectores que encandilan. “La figura humana regresa [a la obra de Escobedo] a través de la ausencia”, señala Gómez. Con esta instalación presentada en 2010 por última vez, el año de su muerte, Escobedo trató de plasmar “el drama de la migración”, los desplazamientos, el cruce de fronteras.

“Ella prefigura algunas de las tendencias más importantes de este momento”, cuenta Sanromán. “Con esta nueva mirada, no estamos tratando de descubrir una Helen que no se conoce, porque se conoce”, aclara Sanromán. “Este giro es sobre la forma en la que la obra se vuelve parte de un entramado social y nos pide estar comprometidos con los temas que a ella le interesan: ecología y migración”, agrega la curadora. “Su obra es cada vez más un ambiente total”.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Enlace a la fuente