Sasha Vezenkov nació hace 27 años en Nicosia, Chipre. Tiene la nacionalidad griega desde sus años de formación en Salónica. Juega con la selección de Bulgaria, el país de sus padres. Pasó tres temporadas en España, vestido con la camiseta del Barça. Y también se desenvuelve hablando en inglés. La ensalada convierte cada aparición del alapívot del Olympiacos en una improvisada escuela de idiomas. El hombre responde en una lengua o en otra con la misma versatilidad con la que se mueve en la pista. Sus 2,06 metros aparecen por todas partes. Tiene muñeca para herir en el juego exterior y a media distancia, cuerpo para chocar bajo el aro, anotar de dos y rebotear, visión para tejer el juego y piernas para marear al defensor. Tavares, que se las verá este domingo en la zona con él y con Moustapha Fall, está alertado: “No para. Se mueve todo el tiempo buscando el espacio para tirar, anota desde fuera, se alía con Sloukas, va a por el rebote… Es un jugador que sabe muy bien cómo jugar y ellos además se mueven de memoria. Va a ser complicado pararle”. El búlgaro devuelve el elogio al madridista: “Es súper dominante. Ha jugado muy bien toda la temporada pero el último mes es algo especial. Es la principal razón por la que el Madrid está aquí, pero no es solo él. No solo nos tenemos que enfocar en Tavares”.
En un Olympiacos que agita Sloukas y enciende Papanikolaou, Vezenkov es la artillería pesada. El máximo anotador de la temporada regular en la Euroliga (17,2 puntos de media adornados con 6,8 rebotes por noche) sucedió a Mirotic como el jugador más valioso del campeonato, MVP, un galardón que recibió este pasado jueves de manos de sus padres y de su hermana, a la que señaló como su ejemplo. Al día siguiente exhibió galones en la remontada contra el Mónaco con 19 puntos, seis rebotes y tres asistencias.
Lorenzo Brown (Maccabi), Musa y Tavares (Madrid) y Lessort (Partizán) le acompañan en el quinteto ideal de la Euroliga. Pero esa gloria individual le sabe a poco a Vezenkov, ansioso de conquistar su primera corona europea. “El trabajo que he hecho durante la temporada se ha reflejado en el MVP. Eso es un premio por la fase regular y ahora quiero el título. Para mí no cambia nada porque el baloncesto es un deporte de equipo. Sí me motiva el premio para mejorar y para demostrar que esto no ha sido solo un año, sino que puedo ser consistente en mi rendimiento. En el deporte lo más difícil es mantenerte. Me lo tengo que demostrar a mí mismo. Esto es solo el principio”.
Recuerda Vezenkov esos tres cursos en el Barcelona (2015-18), tras su paso por el Aris, en los que cargó también con la convulsión de un club que en ese periodo pasó por las manos de Xavi Pascual, Bartzokas y Sito Alonso en el banquillo. “Hubo malos momentos”, revive el búlgaro, amigo del exfutbolista Hristo Stoichkov. “Esos momentos me hicieron trabajar más duro, me hicieron mejor, más fuerte, y me convirtieron en la persona y el jugador que soy ahora”. También le dejó una cicatriz la semifinal perdida el curso pasado contra el Efes con un triple final de Micic cuando él le defendía, para después ceder en el duelo por el tercer puesto contra el Barça.
El pasado le endureció, el presente le ha coronado como la joya de la Euroliga y en el futuro aparece la opción de la NBA. Vezenkov fue elegido en la 57ª posición del draft de 2017 por Brooklyn Nets, pero sus derechos se mudaron primero a Cleveland Cavaliers y luego a Sacramento Kings. Precisamente el verano pasado rechazó acudir a los entrenamientos con el conjunto que dirige Mike Brown, y en el que el catalán Jordi Fernández es primer asistente, para concentrarse con la selección de Bulgaria.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.