Víctor Tomás será el ‘8’ eterno del Barcelona de balonmano | Deportes

Víctor Tomás, fotografiado en la zona mixta del Palau Blaugrana.
Víctor Tomás, fotografiado en la zona mixta del Palau Blaugrana.Gianluca Battista

El balonmano lo descubrió de bien niño, pues su padre había jugado y entrenado, y decidió que nada mejor que un tendedero por casa para comenzar a hacer fintas. Con el paso de los años, Víctor Tomás (Barcelona; 37 años) evolucionó en su juego y un campus en el Camping La Siesta (Tarragona) organizado por el técnico Valero Rivera le llevó al Barça en edad de cadete. Desde entonces, nunca se quitó la camiseta azulgrana, jugador del primer equipo durante 18 años, capitán los últimos ocho y conquistador de 12 ligas Asobal, tres Champions League y cinco Súper Globes, además de un bronce olímpico, un oro Mundial y otro bronce y una plata europea con la selección. Pero un día, de repente, le dijeron que tenía una anomalía en el corazón y que se le había acabado lo bueno. Un trago muy complicado de digerir que se le hizo bola, aunque ahora sonríe porque el día 30 de este mes el club le retirará la camiseta en un acto de homenaje en el Palau tras el partido ante el Kiel. “Es una manera muy bonita de poder cerrar la etapa. Lo necesitaba”, admite.

Más que nada porque la comunión de Víctor Tomás con el Palau fue magnética. “Fue una relación estrecha e intensa. Mucha gente se ha visto reflejada en mí, en una persona normal que cuando salgo de la pista me relaciono con todos”, cuenta; “y también porque era de los que no me rendía, ya que si veía que no llegaba a una bola me tiraba igual y si me rompía la cabeza, mejor. Nos alimentábamos de forma recíproca”. Pero para su infortunio, nunca se despidió de manera oficial, ni siquiera vestido de corto.

Los médicos del Barcelona detectaron en 2017 la anomalía en su corazón, pero no le dijeron nada porque era algo que entraba dentro de los parámetros normales de un deportista de élite, por más que sí tuvieran que hacerle un seguimiento. “En 2018 había evolucionado de manera negativa y me pusieron un holter para monitorizarme el corazón… Aunque no me dieron más explicaciones”, relata. Hasta 2019, cuando el bloqueo auriculo-ventricular preocupó al doctor, que le dio la noticia: no podía forzar cada día el corazón. Al acabar el curso, debería parar. “El mundo se me volvió negro. ‘¿Al final de qué temporada me tengo que retirar?’, le pregunté, porque estaba bien, perfecto. No lo entendí”, rememora. Semanas más tarde, el 3 de febrero de 2020, anunció su retirada tras las competiciones. Pero todo se torció todavía más.

Resulta que llegó la pandemia y el confinamiento. “Fue un golpe durísimo”, relata; “porque había aceptado la retirada aunque me iría despidiendo poco a poco. Pero un día me levanto y se ha acabado la liga. Otro, y se retrasa un mes la Final Four. Luego hasta diciembre… Entonces me di cuenta de que, sin enterarme, ya había jugado el último partido”. Por lo que después del encierro, buscó ayuda profesional. “Ahora estoy bien. Sigo pensando que si me entreno, puedo jugar al alto nivel. Pero he aceptado que no podré volver a hacerlo más. Estoy retirado”, admite; “y que cuelguen mi camiseta en el Palau ayuda porque como socio, aficionado y culé, además de por la trayectoria, es un honor y un privilegio. Así, además, podré enseñar a mis hijos la figura deportiva que he sido y, de paso, les contaré batallitas”.

Aunque difícilmente lo hará desde una pista de balonmano porque no ha vuelto a jugar nunca, acaso unos lanzamientos con su hijo en casa. “No sé si porque como he estado al más alto nivel, es un deporte que jugarlo para pasar el rato no me apetece”, desliza. Tampoco tiene demasiado tiempo, pues trabaja en el Barça como gestor de deportes profesionales, comenta para Esport3 los partidos de balonmano, sale a correr y monta en bici, además de ser marido de Hege y padre de Luka (6 años) y Mia (4). “He intentado reinsertarme de la mejor manera posible”, explica; “pero cuando juego a algo compito como siempre. En el pádel quiero ganar, al ajedrez contra mi hijo de seis años, más de lo mismo. Es mi gen competitivo”.

Por eso le falta algo. “La competitividad porque es una droga que engancha. También esas semanas antes de un partido complicado, o el ambiente de equipo, el pertenecer a algo. Pero si me paro y miro atrás, estoy orgulloso de mi carrera. Aunque también creo que no lo disfruté lo suficiente porque viendo los partidos desde fuera pienso que podía haber exprimido un poco más esas sensaciones que jamás voy a volver a vivir”. Pero podrá paladear su gran noche, vestido de corto y con su familia, también con sus excompañeros y amigos. “Pero no quiero saber qué se hará porque se pierde el factor sorpresa”, remata el tercer deportista de la historia del club con más títulos (69), solo por detrás del portero de hockey Aitor Egurrola (78) y de su excompañero David Barrufet (71). Y así, Víctor Tomás será, por siempre, el 8 del Barça.

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