“Los gigantes de la naturaleza nunca dejan de capturar la imaginación de nuestro público. ¿Quién hubiera pensado que una planta tan grande como la Victoria boliviana podría haber pasado desapercibida durante tanto tiempo?”, ha declarado Adam Millward, editor de Guinness World Records, al hacer entrega este 30 de enero del récord al nenúfar más grande del mundo al equipo del Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, a una especie descubierta hace escasos meses.
“Estaba oculto a plena vista”, declaró en julio de 2022 Lucy Smith, artista botánica, ilustradora científica y parte del equipo del Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, que descubrió una nueva especie del famoso género de nenúfares gigantes Victoria, la primera en más de 100 años, la Victoria boliviana. Sobre cómo una especie de nenúfar que, por su tamaño de más de tres metros puede ser visto incluso a través de Google Earth, pasó desapercibida hasta entonces existe una sencilla explicación: la nueva especie había sido confundida con la Victoria amazonica que, hasta 2022, era indiscutiblemente el nenúfar más grande del mundo. El espécimen de Victoria boliviana había estado oculto en el Herbario de Kew —una colección de especímenes de plantas secas que se almacenan, catalogan y ordenan por familia, género y especie para su estudio— durante 177 años, pero durante todo este tiempo se creyó que estas muestran pertenecían a la Victoria amazonica. Solo se identificó como nueva especie después de que la planta se cultivase en los jardines al oeste de Londres y creciera en 2018.
Hasta la fecha, existían dos especies de nenúfares gigantes: el Victoria amazonica y el Victoria cruziana. El horticultor asturiano Carlos Magdalena, trabajador del Real Jardín Botánico de Kew en la capital británica, fue el encargado de liderar al equipo que ha dio con este nuevo hallazgo, conformado por la artista Lucy Smith y la investigadora de genómica de la biodiversidad Natalia Przelomska, junto con compañeros del Herbario Nacional de Bolivia, el Jardín Botánico Santa Cruz de La Sierra y los Jardines La Rinconada. “Para mí estaba claro que esta planta no se ajustaba a la descripción de ninguna de las dos especies Victoria conocidas y, por tanto, tenía que ser una tercera”, declaró Magdalena a la agencia Efe tras publicarse la exhaustiva reevaluación de la familia de los nenúfares gigantes en la revista Frontiers in Plant Science en julio de 2022. La primera vez que Carlos Magdalena vio un ejemplar de Victoria boliviana fue en el año 2006 a través de una fotografía: “Una vez que conoces a una especie, es como conocer a una persona. Con solo un vistazo no hace falta pensar. Un día yo me encontré con una foto de un jardín de Santa Cruz [Bolivia] y me di cuenta automáticamente en cuanto la vi”, declaró el horticultor.
Magdalena comenzó a investigar y, 10 años más tarde, los Jardines de La Rinconada y el Jardín Botánico de Santa Cruz de La Sierra, ambos en Bolivia, donaron una colección de semillas al Real Jardín Botánico de Kew de esta presunta tercera especie de las Victoria. Magdalena germinó y cultivó las semillas, que crecieron junto a las otras dos especies de nenúfares, dándose cuenta inmediatamente de que no eran iguales: “Cuando lo descubres, no te lo puedes ni creer”, declaró Magdalena, “de repente descubres una cosa que realmente ya estaba descubierta, pero que tampoco estaba descubierta”. Su corazonada fue posteriormente confirmada por análisis de ADN. Los datos genéticos indicaron que la Victoria boliviana se separó de la Victoria cruziana hace un millón de años. El nombre de la nueva especie es un homenaje a sus compañeros bolivianos y al hogar donde crece el nenúfar en América del Sur.
Hasta el año 2022, la Victoria amazonica era la joya de la corona de la Casa de los Nenúfares del Real Jardín Botánico de Kew, un espectacular invernadero de estilo victoriano, con estructura metálica en color blanco y cristal, cuyo interior alberga un estanque de planta circular con gigantescas plantas acuáticas tropicales, donde hoy reside la nueva y radiante especie. Fue construido en 1852, con el único propósito de dar cobijo a este espectacular nenúfar nativo de las aguas poco profundas de la cuenca del Amazonas, descubierto por el naturalista, botánico, zoólogo y geólogo alemán Tadeo Haenke en Bolivia, en 1801, quien había formado parte de la Expedición Malaspina, la primera expedición científica organizada por la Corona española a sus colonias, y quien posteriormente permaneció al otro lado del Atlántico hasta su muerte, en 1817. Haenke registró su descubrimiento, detallando sobre una flor tan rara y hermosa que “le hizo caer de rodillas de la admiración”, pero murió antes de describir oficialmente la especie. En octubre de 1937, el naturalista y botánico británico John Lindley realizó la primera descripción publicada de la especie y la nombró en honor a la reina Victoria de Inglaterra. La Victoria amazonica fue toda una sensación para la sociedad inglesa del siglo XIX, asombrada por poder ver una planta que hasta entonces solo podía verse en selvas remotas.
Su asombro no era para menos: las hojas de la Victoria amazonica pueden alcanzar los dos metros y medio de diámetro, convirtiéndose en una sólida isla que sirve como base y refugio de diversas aves acuáticas, y cómoda sombra para la fauna sumergida. Prueba de esta solidez son todos los retratos de la época victoriana, donde niños ataviados con elegantes trajecitos y sombreros posan encima de la especie, toda una atracción para la época. Sus flores, de 40 centímetros de diámetro, tienen una espectacular fragancia, pero solo se abren durante dos noches: comienzan de color blanco para atraer a los polinizadores y luego se vuelven rosas después de liberar su polen. Al llegar la última noche, la flor se cierra y se hunde en el agua, donde madurarán las semillas. Hoy, la Victoria amazonica ya no vive en la Casa de los Nenúfares, sino en el Princess of Wales Conservatory y ha cedido el protagonismo a la Victoria boliviana, que ostenta el tamaño de hoja récord en el mundo, de tres metros y veinte centímetros de diámetro, registrado en los Jardines de La Rinconada, en su Bolivia de origen.
Como curiosidad, el Real Jardín Botánico de Kew también guarda el Nymphaea thermarum, el nenúfar más pequeño del mundo, de tan solo un centímetro de diámetro. Originario de Ruanda, estuvo a punto de desaparecer de la faz de la Tierra debido a la destrucción de su hábitat natural. Fue Carlos Magdalena quien lo salvó de la extinción cultivándolo a través de unas semillas en el año 2009.